Santisima Trinidad: entrega total mutua de las personas divinas: "koinonía".


Santísima Trinidad

El esplendor de la Trinidad debe, entonces, iluminar progresivamente[1]

San Gregorio de Nacianceno

 

Textos bíblicos: Proverbios 8, 22-31; Salmo 8, 4-5. 6-7. 8-91; Rom 5,1-5; Juan 6, 12-15

Tras el acontecimiento del Pentecostés, la Iglesia coloca la Solemnidad de la Santísima Trinidad, es decir: Dios Padre, Dios Hijo y Espíritu Santo… tres personas; un solo Dios, para recordarnos que ¡este es el centro de la fe cristiana! Pero, esto no es un invento de la Iglesia, sino que es el seguimiento fiel de las enseñanzas de Jesús, quien fue el que reveló la comunión íntima que ya existía entre las Personas divinas cuando estableció que la fórmula bautismal debía ser trinitaria.  

En este sentido, al ser bautizados en el nombre de la Santísima Trinidad, el creyente entra en la plena comunión con las Personas Divinas. De ahí que, la “familiaridad con Dios”, es decir, la participación en la vida divina propicia un camino por el cual el creyente puede ir creciendo en su maduración en la fe y en su configuración como imagen de Dios, una herencia que se le ha prometido. Por lo tanto, como dice la segunda lectura de hoy, esta es la verdadera “esperanza que no defrauda”. De que todos y todas, cada uno según el grado de apertura a la acción de la Trinidad, por medio del Espíritu Santo, pueden formar parte de esta herencia: el Reino de Dios.

Ahora bien, quisiera compartir dos dimensiones sobre la Santísima Trinidad que puedan ayudar a comprender más este misterio: epiléptico

1.     Las misiones – características de las Personas divinas. Tal como la afirmó el teólogo Moltmann, la Trinidad se manifiesta como “tres personas que son diversas entre sí, pero se unifican en la substancia divina común”[2], es decir, el Padre es la fuente, principio y creador de todo; el Hijo, coexistente con El desde la eternidad, es por medio de quién se realizaron todas las cosas: El es la Palabra-Verbo del Padre. Y, el Espíritu Santo es el Don que se nos ha dado para la santificación de toda la creación (incluido el ser humano). En esta perfecta comunión, cada uno juega su rol (único e irremplazable): creador, salvador y santificador, respectivamente.

 

2.     Perijóresis – dinámica – relación entre las Personas divinas. Los Padres de la Iglesia utilizaron el concepto griego de Perijóresis para referirse a la dinámica que se da al interior de la Trinidad. Este concepto quiere decir: entrelazado de una persona en la otra y con la otra. Esta comprensión quiere expresar el proceso de relacionamiento vivo y eterno que las divinas Personas tienen intrínsecamente, haciendo que cada una de ellas penetre siempre en las otras. En palabras más sencillas, es como si los tres estuvieran danzando al mismo ritmo, en profunda armonía. En ese sentido, la Trinidad es armónicamente una comunidad que está entrelazada por los lazos de amor: el Padre es la fuente (quien ama), el Hijo es el Amado, y el Espíritu Santo es el Amor (porque él es vínculo entre ambos). 
    

        De ahí que, la vida de Dios-Trino consiste en una comunidad resultante de la interrelación interactiva de las tres personas divinas. La vida de Dios es entrega total mutua de las personas divinas: "koinonía". Esta comunidad mantiene la diferencia entre las personas divinas, aunque se mantiene la misma esencia o dignidad de entre ellas, por eso, ninguna es más que la otra.


 Por: P. Santiago Lantigua, SJ



[1] Gregorio de Nacianceno, Discurso 31, 25-27; PG 36, 159.

[2]  J. Moltmann, Trinidad y Reino de Dios: La teología sobre Dios, 17.

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